Andaba el nieto de Noé, buscando un
lugar para instalarse tras el Diluvio Universal, y en esto amaneció
por lo que hoy es Caspe, y dijo “aquí me quedo y fundo Este
asentamiento que con el paso de los siglos se hará famoso, porque
aquí se celebrará la elección de un rey.
Y simtió profunda satisfacción.
En eso que empezaron a llegar pueblos
del norte y les dio por llenar los cabezos de construcciones, y de
poblados, parece que no acababan de decidirse, que si el cabezo a
orillas del Guadalope, que si en la zona de Palermo, en Zaforas,
cualquier altozano era bueno para asentarse y vivir plácidamente de
la caza la pesca y la recolección de frutos
.Así fue durante siglos, algún que
otro escarceo, pero nada reseñable, hacían sus pucheros,
comerciaban con los que venían de otras tierras, se reproducían, se
les quemaba un poblado y se iban a otro.
Por aquél entonces la cosa del
urbanismo y las leyes de construcción no lo llevaban muy bien,
tampoco parece que tuvieran problemas con los impactos ambientales,
salía un ojeador, volvía a casa y decía “he visto un lugar
perfecto para cambiar de aires, y con un poco de fuego podemos dejar
las tierras a punto para las cultivos”, sin pensarlo dos veces,
cogían sus pertenencias, los pucheros los rompían, ¡ya
fabricaremos otros!, decían, y sin pensarlo antorchas en mano
quemaban el monte, lo desbrozaban arrancaban los árboles que después
les servía de combustible y ya tenían nuevo pueblo, y sin proyectos
ni limitaciones ni escrituras ni hipotecas, vamos que vivían un poco
a su aire, sin molestar pero no permitiendo ingerencias de como
debían hacer las cosas, así fue durante siglos.
Hasta que llegaron los romanos y
empezaron a cascarla, primero, los paisanos al llano, ¿qué era eso
de vivir en las pinganas?, al llano, que son más fáciles de
controlar, y se apropiaron y documentaron propiedades, construyeron
grandes casas y tumbas, y empezaron a domesticar los ríos, canalizar
las aguas para no tener que esperar la lluvia, impusieron las
primeras leyes, ¡esto se hace así!, y los pobres paisanos de toda
la vida empezaron a decaer, ya no quemaban los llanos, no hacían
pucheros, no se reproducían, aprendieron la lengua costumbres y
oficios de aquellos romanos que eran muy civilizados, se diluyeron,
romanizaron, embrutecieron, empezaron a darse de leches reclamando
sus tierras y propiedades.
El Ebro era el río padre, iberia, la
tierra de conejos daba de comer, hasta que llegaron otros bárbaros y
mandaron a parar, pero de estos casi no se sabe nada.
De tierras lejanas, más abajo de
Despeñaperros, llegaban noticias de una nueva invasión, la de las
gentes del norte de África y Oriente Medio, ¡tranquilos que aquí
no llegan!, dijo el adivino, y llegaron.
Se sabe o se sospecha, que estos nuevos
amos domesticaron el Guadalope, los represaron e hicieron las
primeras grandes obras hidráulicas, el inicio de La Civan, el Azud
de los Moros y otras obras importantes, tampoco quedó mucho más del
paso de estas gentes por la zona.
Cuando la cosa empezó a ponerse dura,
los cristianos querían su tierra debieron coger las de Villadiego y
total por “cuatro higas”, no iban a discutir, unos pocos se
quedaron a convivir con cristianos y unos pocos judíos, eso si
ordenados, cada uno en su barrio.
Por aquél entonces ya debía haber
técnicos en urbanismo que dictaban por donde debían trazarse las
vías, es verdad que lo de la línea recta todavía no lo dominaban y
las calles les salían torcidas.
Cada uno en su casa, nada de compartir
todo, a cada cual lo suyo y el que no se lo gane, pues a pasar
penurias.
Ya la cosa iba marcando estilo, los
judíos, muy vivos ellos prestaban unas monedas y recuperaban unas
cuantas más, se inventó la banca, hicieron acto de presencia los
usureros, así se les llamaba en aquellos años, dominaban unos
cuantos oficios rentables, no eran muchos pero si espabilados.
Los moros que quedaron bajo el dominio
cristiano, era otra cosa, a trabajar al campo de medieros, o menos,
el cristiano tenía muchos frentes a los que prestar atención y no
tenía tiempo para esas cosas del campo, que trabajen los moros,
decían, y esos trabajaban.
Cualquier día de estos o de aquellos
sigo con esta particular historia caspolina, y quede claro que esta
historia ni es real ni ficticia, que no tiene ninguna base
científica, ni falta que le hace, que no pretende sentar nada, es
simplemente......, es más puede que hasta no esté escrita y lo que
estás leyendo es fruto de tu imaginación.
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