miércoles, 18 de septiembre de 2013

LA CIUDAD

Ni resultó tan grande, ni tenía tanta luz, ni tanto color en sus calles, ni las gentes corrían y reían por sus calles, la realidad resultó decepcionante, nadie vino corriendo a darnos la bienvenida, la gente se mostraba un tanto arisca y antipática cuando mi padre preguntaba por la calle donde íbamos a vivir, apenas gruñidos por gentes encerradas en si mismas, sin compartir con nadie, era como si no se conocieran, y lo peor daba la sensación de que a nadie le importaba lo que sucedía.

El siguiente paso cuando por fin llegamos a nuestro destino no fue mucho mejor, una calle sombría, sin apenas iluminación, una casa que mas parecía una ruina que un lugar digno para vivir, cuatro pisos había que subir por una escalera lóbrega antes de llegar a unos aposentos no mucho mejor que las cuadras de mi casa del pueblo, con un frío que helaba el aliento, apenas unos catres y una cocina de carbón, carbón que había que comprar en la esquina y subir hasta el cuarto piso, mi paraíso empezaba a desmoronarse, pero solo tenía 10 años y seguro que lo superaría.

Mis padres se miraron y me miraron a mi, se cogieron las manos y las apretaron, dijeron entonces algo que tarde en comprender, todo sea por el futuro del chico, sus miradas habían perdido el brillo que tenían en el pueblo, parecían adormecidos, habían perdido en unas horas la alegría, también tarde mucho tiempo en descubrirlo.

La primera noche fue espantosa, no había manera de conciliar el sueño, ruidos, ¿de donde podían salir tantos ruidos?, la noche estaba llena de ruidos, las cañerías no paraban, el ir y venir por las escaleras, las puertas que se abrían y cerraban continuamente, los pasos, pasos que parecían estar dentro de casa, discusiones de los vecinos, risas, los ronquidos del tercero sonaban dentro de mi casa en mi habitación tanto que sentí miedo, estaba seguro que alguien mas dormía conmigo en la habitación, en mi cama..


Pero ya había olvidado la tranquilidad del pueblo, ni siquiera la añoraba, aquí había vida en el pueblo las noches eran como en un cementerio silenciosas como si nadie habitara el lugar aquí al menos se percibía la vida, aunque eso si un poco ruidosa.

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