Era mi gran aventura,
¡nos íbamos a la ciudad!, lejos del pueblo, nuestro destino, ¡un
sueño!, LA CIUDAD, solo la había visto alguna vez en el cine,
viejas películas que de vez en cuando se proyectaban en el pueblo
Ahora todo sería
distinto, la gran ciudad estaba al alcance de mi mano, de mis sueños,
sus calles adoquinadas, no de tierra, llenas de gentes desconocidas
que te permitían pasar desapercibido, en mis sueños veía esas
calles iluminadas, gente y mas gente, muy pronto no sería un sueño,
sería realidad, por fin dejaría de ver siempre las mismas caras,
las calles sucias y embarradas cuando llovía, me alejaría de la
oscuridad nocturna, del frío en invierno.
El viejo autobús
que venía una vez semana nos llevó hasta la estación de
ferrocarril llegó la máquina, humeante, seguida por los vagones
tan lleno de vida con pasajeros que esperan subir para ir a alguna
parte me pareció ver una luz al final del túnel y la ciudad todavía
lejana se me antojaba la explosión luminosa que me sacaría para
siempre de fondo del túnel donde había transcurrido toda mi vida.
Subimos al tren, nos
acomodamos en uno de los vagones repletos, maletas atadas con
cordeles donde estaban todas nuestras pertenencias, escasas
pertenencias, el dinero también escaso que mis padres custodiaban y
a cada momento palpaban para comprobar que estaba en su sitio, nunca
me percaté de las miradas de mis padres, de la nostalgia por lo que
dejaban atrás, ellos sabían que nunca volverían, que dejaban una
parte muy importante de sus vidas que estas quedarían, rotas para
siempre, tendrían que aprender a vivir de otra forma, tardé muchos
años en comprender la angustia que envolvía a mis padres,
comprender aquél momento que para mi era de liberación y para ellos
de ruptura
¡Mira!, le decía a mi
madre, calles sin barro, ella me sonrió, su sonrisa era más de pena
que alegría su único consuelo era mi alegría, pensar que gracias
a ese sacrificio yo tendría el porvenir que a ellos se les negó.
El viaje fue largo lleno
de interrupciones, el tren lento e incómodo, asientos de madera, el
humo de la máquina se metía en la garganta y en los túneles apenas
se podía respirar, pero era mi libertad, era el sueño acariciado en
mis cortos años de vida salir del encierro del pueblo, ir a la
libertad de la ciudad, todo estaba a punto de cumplirse apenas unas
horas como mucho un día me separaba de ver culminado el ,mejor de
mis sueños, ¡LA CIUDAD!..........
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