Hace unos cuantos años, más bien
décadas, debía rondar los trece o catorce años, un día de julio,
de aquellos años cuando hacía calor y no había olas de calor,
cuando la TV era en BN y el tiempo lo daba Mariano Medina, y nos
contaba lo de las isobaras, el anticiclón de la Azores y esas cosas
de la meteorología, y lo hacía con naturalidad, sin alarmar a
nadie, sin poner en vilo a los abuelos con las medidas para no
palmarla con la ola de calor.
Decía que era julio, las tres de la
tarde, unos cuarenta grados a la sombra, sin gorra para cubrir la
testa, y con otro amigo se nos ocurrió la idea, brillante, de ir al
desvío, a los túneles del Guadalope, con la intención de darnos un
baño, el sol caía a plomo, pero como desconocíamos lo de las
“OLAS”, pues tan ricamente, andando bajo el sol por el camino de
Rimer con destino a la desembocadura del Guadalope.
Debíamos llevar dos o tres kilómetros,
como mucho, y ya nos parecía que estábamos atravesando el Sahara,
aquello era interminable, nadie en el camino, nadie en los campos,
soledad, los dos andando bajo el implacable sol, y que aquello
parecía no tener fin.
Bajo un árbol, a la sombra, un señor,
que nos pareció muy mayor, nos preguntó que dónde íbamos con el
calor que hacía, ¡al desvío!,contestamos, nos miró con cara
perpleja, aprovechamos para preguntar si faltaba mucho, ¡no que va a
un tiro de piedra!, y seguimos con ánimos renovados, buscando las
sombras, tan escasas, pero aquello estaba cerca, ¡a un tiro de
piedra!.
Descubrimos que los tiros de piedra
pueden ser muy largos, y que ni siquiera estábamos a medio camino,
¡joder el abuelo como dispara las piedras!, nos íbamos diciendo,
seguimos caminando hacia nuestro objetivo.
Cuando llegamos, no tuvimos ánimo para
bañarnos, solo para iniciar el regreso lo más rápido posible, la
temperatura ya había bajado, unos dos grados.
Del regreso no recuerdo nada, es ahora
cuando oigo las recomendaciones, que me digo, ¡que barbaridad
hicimos aquella tarde de julio!, y sin agua, sin sombrero para cubrir
la cabeza, no tuvimos golpe de calor, ni deshidratación, solo que
nunca más volvimos a intentar una travesía a esas horas en verano,
y pasadas unas décadas me mantengo, ya tuve bastante aquella tarde
en la que descubrí que un tiro de piedra en Caspe puede resultar muy
largo, y que en verano y especialmente en julio, ¡hace mucha calor!.
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