domingo, 11 de diciembre de 2011

1968


Me he resistido, y mucho, no quería escribir ni decir nada al respecto, pero todo tiene un límite, en este país, hoy, perece como si la libertad, la inteligencia, la justicia, la razón, la verdad, la honorabilidad….., estén solo en posesión, de aquellos que se autodenominan: progresistas, rojos, nostálgicos republicanos, de izquierdas, ellos son los garantes de las libertades, y nadie más.
            En el año 1968, andaba yo metido a revolucionario, participando en revueltas y asambleas, en la puerta del Paraninfo, en la calle Corona de Aragón, en la puerta del Campus Zaragozano, corriendo como una liebre perseguida por un lebrel por los campos de los Monegros, por aquellos uniformados de gorra de plato, traje gris y una ¡mala hostia!, de, aquí te espero.
Tres meses de huelga, sin ir a clase, estaba matriculado en la Escuela de Ingenieros Técnicos de Zaragoza, ubicada en la calle Corona de Aragón, también vivía en esa calle, de patrona, con una comunista activa,, la sra Aurora, a las diez de la noche después de cenar, poníamos bajito la radio de válvulas, para escuchar Radio Pirenaica, mi compañero de habitación, Santos, tudelano, llevaba siete u ocho años, matriculado en la misma escuela, y todavía estaba en primero de carrera, tenía una revolución que hacer, y no podía perder el tiempo en ir a clase, y mucho menos estudiar.
Andaba yo  por los diecisiete años, y seguí los pasos de Santos, tampoco iba a clase, también tenía una revolución que llevar a cabo, en el mes de Mayo, del 68, la Universidad, estaba alterada, creo que nadie iba a clase, todos teníamos una revolución pendiente.
No podíamos circular por la calle mas de tres, de ser así, se consideraba manifestación o reunión clandestina, había una serie de bares en los que se conspiraba, eran los “progres”, de vez en cuando los de la gorra de plato, entraban porra en mano, y se llevaban al “trullo” a alguno que no corría lo suficiente, un par de porrazos, cuatro o cinco hostias y llamada a los padres para que fueran a recogerlos.
Eran los héroes del día, con dolor de huesos y la sordera temporal debido a la mano gris,, pero héroes al fin y a la postre.
Y pasaban los días, y en los tablones de las facultades aparecían manuscritos, panfletos y convocatorias, allí, no podían entrar los uniformados, pero si los “sociales”, una serie de cachorros, aprendices de policía política que se encargaban de espiar, observar para más tarde denunciar a los sospechosos.
Se llegó a conocerles, se les ponían trampas, escritos que todo el mundo conocía a excepción de los infiltrados, y como eran aprendices, y bastante “tontos” leían con interés, incluso hacían comentarios de aprobación, inquirían el nombre del autor para felicitarle, ¡ya estaban identificados!, y no pocos probaron la receta de las comisarías.
En una ocasión se colgó un fragmento de un poema de Miguel Hernández, firmado, el iluso, desconocedor de quien era Miguel Hernández, comentó: “ese Miguel Hernández me parece que se la va a cargar”.
Y pasaron las semanas, los meses, llegó junio, y todo suspendido, absolutamente todo, mejor dicho “no presentado”, para qué, si no había pegado ni golpe, tenía una revolución pendiente, igual que yo, decenas, por no decir cientos.
Por aquella época, andaban por los escenarios unos jóvenes revolucionarios intentando poner en escena obras de Bertol Brech, Madre Coraje, y de otros escritores considerados por el régimen como masones y rojos, gentes de malas influencias, uno de ellos Juancho, llegó a ser responsable de cultura en el primer gobierno de Aragón, también estaba un caspolino que formaba parte de aquél proyecto teatral y subversivo, no diré quien si lee esto y quiere que lo diga él.
Pues eso, era 1968 y tenía 17 años, y una revolución por hacer, y no hubo revolución, las cosas se calmaron, una vez más ganaron los de la gorra de plato, hubo que esperar hasta 1975, y culminar en diciembre de 1978, la libertad de expresión de los españoles, la libertad de circulación por la calle más de cinco personas, el poder reunirse, estar en un bar sin recibir visitas inesperadas.
Los que participamos en aquellos años, ni siquiera se, si lo teníamos claro, si éramos del todo conscientes de porqué protestábamos, de porqué nos embarcamos en intentar una revolución, lo único que está claro es que nos jugábamos, cuando menos una “sarta de hostias”, si nos cogían.
Hoy, aquellos jóvenes, del 68, se van de viaje con el INSERSO, reciben su pensión el primer día de mes, una buena parte de ellos, otros esperamos  llegar a ese Status, el de pensionista,  no se si nos quedan ganas de iniciar otra revolución, tal vez lo que queremos con más énfasis, es intentar que aquellos años sirvan de algo
Lo que nadie nos podrá quitar, es que fuimos una ínfima parte de la historia, de la historia revolucionaria de este país, que dimos lo que teníamos, entusiasmo, y que también nos la jugamos, unos más que otros, pero todos nos la jugamos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy agradable articulo Nestor.

Pero, ¿ por que han pasado tú limete, aquellos que se autodenominan: progresistas, rojos, nostálgicos republicanos, de izquierdas, ellos son los garantes de las libertades,...?

Guillermo dijo...

Nostalgia de lo que has vivido? Lo bonito es como lo recuerdas y como lo viviste, aunque te llevases algún golpe..
Abrazos desde Barcelona.